Es cierto que una formación avanzada en archivística no es absolutamente imprescindible para sacar adelante un archivo siempre que se compense con un trabajo eficaz y eficiente y la asistencia a cursos especializados como los ofrecidos por el INEM o diversas universidades. Esto permite que sea a través de las licenciaturas de historia y otras carreras, complementadas con dichos cursos, como se han formado la mayoría de los archiveros de la administración española.
Sin embrago, incluso dentro de nuestra profesión se dan casos que pueden ser considerados por algunos como de fragrante intrusismo, como fue la reciente creación de un Grupo de trabajo sobre Gestión Documental y de Archivos por el Colegio de Bibliotecarios-Documentalistas de Cataluña. Esto puede ser un ejemplo de la intervención de bibliotecarios y documentalistas en un ámbito que es propio de los archiveros, lo cual demuestra que en esta profesión todavía es necesario limitar los campos de actuación. Es cierto que, entre otras, la finalidad de este grupo es un intercambio de ideas que permita fomentar la interacción de archiveros, bibliotecarios y documentalistas, pero también es necesario que este nuevo grupo tenga unas funciones y objetivos muy definidos para no provocar conflictos de competencia con la Asociación de Archiveros de Cataluña.
La relativamente nueva gestión de documentos electrónicos exige una mayor convergencia de conocimientos con otros profesionales, pero la archivística debe seguir siendo la responsable de establecer los principios básicos para un correcto funcionamiento de un sistema de gestión documental, por lo que los archiveros son los profesionales con la formación más adecuada para desarrollarlos.
Según los comunicados de la Junta Directiva de la AAC del 4 de octubre (publicado en Arxiforum el 5), sobre el papel de los archiveros en la gestión de documentos: «œla creación de un grupo de trabajo con características híbridas no favorece a la autonomía que requiere la archivística aún más cuando se trata de una disciplina con poco reconocimiento en los ámbitos de las administraciones públicas y de las empresas privadas» (4/10/2006).
Las asociaciones de archiveros deben ser expresión de la existencia de unas señas de identidad profesional, respondiendo a la iniciativa de los propios profesionales para defender sus intereses. Sin embargo también pueden convertirse en espacios para el intercambio y la libre expresión profesional y una cara al público de nuestra profesión.
Es cierto que en algunos sentidos los Archiveros pueden presentarse como un colectivo ansioso por preservar su identidad y sus necesidades profesionales específicas, pese a padecer problemas que son comunes a otras ramas de las ciencias de la información como las carencias de requisitos básicos de cualificación, la profesionalización de los servicios públicos, la dotación de presupuestos suficientes, la homologación de titulaciones»¦.Sin embargo, la existencia de estos problemas comunes hace que puedan resultar positivos los intentos de coordinar planes y proyectos entre las diferentes asociaciones profesionales afectadas.
¿Es conveniente como dicen algunos crear primero un colectivo fuerte evitando el aislacionismo institucional actual con el fin de facilitar el intercambio de ideas y mejorar nuestra posición ante la sociedad, o seria mejor limitar los campos de actuación con el fin de intentar buscar la mayor eficiencia posible y dejar que nuestros resultados hablen por si solos? ¿Ustedes que creen?